lunes, 14 de febrero de 2011

SIRIA – JORDANIA. IV.

(Petra) (Sin fotos; agregaré algunas cuando solucione mi conexión a internet).

Mientras nos vestimos, nos da los buenos días desde la calle un burro, rebuznando con todas sus fuerzas. Realmente, nunca había oído en directo el rebuzno de un burro, e impresiona!

El desayuno nos ha defraudado un poco, todo hay que decirlo, pero es sano: tomates, pepinos, frutas, té, panecillos, labneh, hummus, etc. A mí me gustan mis tostadas y/o mis cereales, el desayuno dulce, pero qué se le va a hacer, estamos en otro país! Y, sobretodo, de vacaciones!

Bueno, ya tenemos las mochilas preparadas, con más litros de agua que una caravana del desierto, con gorro y gorra para protegerse del sol, y la cámara con las pilas a tope!

Les dejamos los mochilones al recepcionista del hotel para que nos las guarde, pues por la tarde, tras ver Petra, seguimos la ruta hacia más al sur aún.

Bueno, el sol ya le pega con ganas, y no son ni las 9h (creo). En el camino de acercamiento a la entrada a la garganta de acceso a la ciudad, los jordanos se empeñan en ofrecernos que vayamos sobre sus caballos, pero preferimos ir a pie, que apenas hay gente y se disfruta más de la sensación de, realmente, estar próximo a Petra.

Nos acercamos a la boca del siq (la garganta). Para que, en época de lluvias, no se les convirtiera el único acceso a la ciudad en un río inmenso, hicieron una presa a la entrada y derivaron el río a través de un túnel hacia otro valle. Estos nabateos, ¡qué ingeniosos! (¡e ingenieros!).

Por fin, después de verlo en fotos y películas, e imaginarlo en novelas y guías, damos un paso adelante para adentrarnos en la única entrada de la antigua Petra, el angosto tajo en la roca arenisca.

Es imposible no mirar arriba, adelante y atrás, para percibir lo escondido del camino, y lo aventurado para un forastero invadir Petra.

Paso a paso, poco a poco, nos aproximamos a esa imagen que todos tenemos grabada en la retina, esa fachada de estilo semejante al clásico griego (si me equivoco, que alguien me corrija, por favor) que tanto les gustaba a los nabateos. El Tesoro. Ahí está.

Es impresionante mirar la fachada. De frente, de un lado, del otro. Mirar y mirar. Y pensar: “Estoy en Petra!” Toca hacer fotos para mantener constancia física de haber estado, aunque no se nos olvidará nunca, claro está.

Una vez visto esto, nos fiamos de la guía Lonely Planet, y seguimos una rutita que nos permite ver lo más relevante de la antigua ciudad. Existen tumbas excavadas en los macizos rocosos, engalanadas con fachadas similares a la del Tesoro por varias zonas de la ciudad. Actualmente apenas quedan estas fachadas, y los restos del templo de la ciudad.

Una de las tumbas más merecedoras de visita es la del Monasterio, situada apartada de la ciudad, en lo alto de una colina. Es necesario subir por un estrecho camino de tropecientos escalones, y, una vez llegas a la cima, de repente, giras la cabeza a tu derecha, y ahí está, una monumental fachada, aparentemente desproporcionada, enfrentada al sol de poniente.

La zona es libre de acceso para los beduinos, y allí están con sus jaimas y sus cabras. También están agolpados en puestecillos de venta de “artesanía”. La verdad es que es una pena esto último. Toda la ciudad está plagada de beduinos empeñados en que eches un vistazo a su puesto de venta de artesanía, en el que vende básicamente lo mismo que el resto (piedras, piedrecillas, pedruscos, y demás variedades), y te invitan con la atractiva frase, dicha de carrerilla y sin entusiasmo “One dollar, sir. Take a look. One dollar, sir. Take a look. One ……..”. Simultaneamente, tienes hordas de niños pululando a tu alrededor tratando de que les compres un pack de postales por un dólar. ¡Nada de limosnas!

Por la ciudad, también hay muchos burros, para poder subir por las cuestas y escaleras a las fatigadas turistas entraditas en carnes y sofocadas por el persistente plomo del sol. Cuánto burro, y qué simpáticos ellos. Si hubiese podido, los habría soltado a todos, para que vivan tranquilos y dejen de subir y bajar no sé cuántas veces por los mismos sitios.

Tras una pateada “interesante” de risco en risco, por senderos encaramados en lo alto de precipicios, o incrustados entre paredones, toca retirada hacia el hotel.

Al entrar en el Siq, en la garganta de acceso a la ciudad, es inevitable mirar hacia atrás, hacia el Tesoro, antes de que desaparezca entre las curvas de la hendidura.

(Seguimos en el siguiente post).

miércoles, 9 de febrero de 2011

SIRIA – JORDANIA. III.

Estamos entrando en la fortaleza de Karak. Un fortín encaramado en una colina desde la que, creo, se puede divisar el mar Muerto. Este castillo era uno más de la línea de fortificaciones cruzadas que, en el siglo XII, discurría entre Al-Aqaba, en el mar Rojo, y Turquía.

En él encontramos torres defensivas, murallas de grosores y alturas descomunales, calabozos que hunden el ánimo, y unas vistas en derredor magníficas.










Tras beber bañeras de agua, ponemos rumbo de nuevo hacia el sur. Eso sí, antes de salir de Karak, nos toca sufrir un atasco monumental entre autobuses saliendo-entrando-empujando de la estación de autobuses, pitando, gritando, picándose y no moviéndose, etc. Fascinante.

Así pues, salimos por la Carretera del Rey rumbo a Wadi Musa (Petra), acompañados por una bandeja de medio kilo de higos riquísimos que le compramos a un chaval en la gasolinera, y por el Sol que oprime el techo del coche desde las 6 de la mañana.

Por el camino, nos encontramos escenas curiosas a las que también estamos acostumbrados en estas tierras.

Por fin, nos vamos aproximando a Wadi Musa, la ciudad actual junto a la antigua Petra. De todos modos, nos habría venido muy bien que hubiesen puesto un cartel, aunque sea uno, que dijera que hemos llegado a Wadi Musa, y que Petra está en determinada dirección. ¡Qué vueltas y re-vueltas hemos estado dando por calles sin nombre y cruces sin indicaciones, con un plano en la mano que mejor emplearlo para espantar las moscas! Tras preguntar a un chaval que paseaba por la carretera, nos orientamos, y llegamos a las inmediaciones de Petra.

Ahí están los flamantes Mövenpick y Marriot. Bueno, preguntemos precio en aquél otro J La primera ducha después de salir de Bilbao nos supo a teta.

Esta noche, nos damos un paseíto, y cenamos comida local; similar a la libanesa, sabrosa.

Por fin, ya, podemos dormir en una buena cama! Hasta mañana!

(Seguimos en el siguiente post).

lunes, 7 de febrero de 2011

SIRIA – JORDANIA. II.

Hemos salido de Madaba hacia el sur por la Carretera del Rey. Tenemos dinero, agua, gasolina, frutas, alguna galleta, un sol radiante, y kilómetros por delante.

La carretera está relativamente bien asfaltada, pero su trazado es muy brusco, tanto en planta como en alzado (hay unas cuestas en algunos lugares de quitarse el sombrero, y subir en primera).

Tras varios kilómetros por la planicie, de repente, tras una curvita, aparece ante nosotros, enorme y vacía, la garganta del Wadi Mujib, un valle árido y angosto, que la carretera atraviesa a lo largo de múltiples zig-zag de bajada y subida, con rampas, nuevamente, de quitarse el sombrero.



Del agua del embalse de esta última foto beben los hotelazos del mar Muerto.

En la ladera sur, casi en la cima, en una jaima, nos encontramos a Sami, un jordano expiloto de la Real Fuerza Aérea de Jordania, que nos invita a tomar un té o un café con él y su hijo en sus sofás. Habla que te habla, pregunta que te pregunta. “¿De dónde sois? ¿Por qué habéis venido a Jordania? ¿Qué os parece? ¿Hasta cuándo os quedáis? ¿Cuál es vuestro plan de viaje? ¿Dónde está el resto de vuestra familia? ¿Por qué no ha venido? …” El café riquísimo, honor a la fama del café árabe, de puchero, aunque podría haberlo tomado con tenedor; y el té, según mi padre, delicioso también. Nos regala, a cambio de nuestra voluntad –que él nunca pidió, todo hay que decirlo-, unas manzanas para nosotros, y unos collares para madre y hermana.

Seguimos! Tras varios pueblecitos atestados de coches y gentes vendiendo de todo, en los que compramos melocotones, llegamos a Karak, que nos da la bienvenida con una buena vista del imponente castillo.

Ah, antes de llegar a Karak, hemos sufrido un curioso adelantamiento: como se ve en la foto previa, las carreteras no tienen ni marcas viales ni nada por el estilo, y se ensanchan y estrechan a su libre albedrío. Pues bien, a un coche que circulaba en sentido contrario al nuestro, un coche más veloz (y cafre) que él lo ha adelantado POR NUESTRO ARCÉN, dejándonos a nosotros en medio de dos coches que circulaban en nuestra contra! Digno de ver! Lástima no tener la cámara preparada...

Karak, como el resto de poblaciones hasta ahora, está atestado de tráfico inquieto e impaciente. Tras recorrer sus callejuelas, llegamos a la cima de la colina y nos dirigimos hacia el castillo.

(Seguimos en el siguiente post).

domingo, 6 de febrero de 2011

SIRIA – JORDANIA. I.

Este pasado verano por fin volví a Oriente Medio. Desde que estuve en Líbano en 2004 quería volver, y lo conseguí.

Claro, pero, ninguno de mis amigos quiso/pudo venir, así que, mi padre, que es muy “echao-pa’lante” y hombre de mundo, se unió a mi expedición! Padre e hijo, sin otra reserva que el vuelo de ida y vuelta y el coche de alquiler, pero con un montón de ganas, una guía Lonely Planet, y muchos idiomas que poder hablar.

La primera en la frente…. El aeropuerto internacional de Amman es…. hablando claro, tercermundista. Qué decepción. Aterrizamos hacia las 2h AM (creo), y teníamos pensado dormir allí un rato, y por la mañana coger el coche y arrancar el turismo. Pero, según sales con tus maletas, casi casi estás en la calle! Por allí había unas butacas llenas de gente esperando y/o durmiendo, que invitaban poquísimo a dormir. Así que cogimos el coche, bien de noche, y decidimos ir con él a dormir a algún sitio digno dentro de él.


Nos dirigimos hacia Madaba por la carretera del desierto, que es la autopista principal del Reino. Como diría aquél… “¡¡Víiiiiiirgen de Begoña!!” Un asfalto reluciente (perfecto para hacer buen patinaje) y lleno de baches, sin casi señales de nada, gasolineras a oscuras, éstas no aceptaban tarjeta de crédito (y no teníamos dinares en cash),… Gracias a que chapurreamos el árabe, supimos encontrar el camino en la noche, porque allí el inglés no se sabe lo que es.

Bueno, llegamos a Madaba. Pueblo fantasma a esas horas de la madrugada (las 4h ó así…), en un país desconocido, y de noche. Buscamos un sitio más o menos apartado, pero con pinta de “seguro”, para dormir un rato. Asientos para atrás, y ala, a dormir. Enseguida unos niños nos aporrearon la ventana… ¡qué acojono! ¿qué querrán? Hacían gestos de que bajásemos la ventanilla…. La bajamos un poco, para hablar, y nos dicen que no podemos aparcar ahí, pues es el sitio reservado para los dueños de la casa colindante. Parece ser que allí cada edificio tiene derecho sobre la parcela frente a él…. Así que nada, a mover el coche…. Por fin, dormir. Y a las 6h, un sol y un calor DEL INFIERNO.

Nos dirigimos al centro de visitantes de Madaba, ciudad famosa por sus mosaicos, y en concreto por uno que representa el primer mapa de Oriente Medio. Nos aseamos en unos baños públicos cuyo estado lo dejaremos en el tintero. La policía turística, muy amable, nos indica dónde dejar el coche, y qué camino seguir. Aunque enseguida nos perdemos; ni con plano….

Necesitamos dinero. El banco. Qué mundo el del banco en el mundo árabe. Existen turnos, sí, pero si puedes entrar e ir directo al mostrador, mejor. Y, mientras te están atendiendo en el mostrador, tendrás a tu izquierda, a tu derecha, y detrás a varias personas “agobiadas” porque quieren que les atiendan YA, metiendo la mano, empujando, impacientes,… Una odisea.

Bueno, tenemos el dinero. Lo primero: comprar agua y alguna fruta. Tras los primeros tragos y mordiscos, nos percatamos de que estamos en Ramadán, así que, esconderlo, y comer a hurtadillas, cuales fugitivos.

Por fin tenemos tiempo para ver el famoso mosaico. Vaya, hay una misa y hasta dentro de dos horas no se puede entrar en la iglesia. Demasiada demora para nuestro plan de conducir por la Carretera del Rey hasta Petra. Nos conformamos con una reproducción en la oficina de información junto a la iglesia.

Tras las primeras peripecias, salimos hacia el sur, por la histórica, y llena de curvas, carretera del Rey.

(Seguimos en el siguiente post).