lunes, 7 de febrero de 2011

SIRIA – JORDANIA. II.

Hemos salido de Madaba hacia el sur por la Carretera del Rey. Tenemos dinero, agua, gasolina, frutas, alguna galleta, un sol radiante, y kilómetros por delante.

La carretera está relativamente bien asfaltada, pero su trazado es muy brusco, tanto en planta como en alzado (hay unas cuestas en algunos lugares de quitarse el sombrero, y subir en primera).

Tras varios kilómetros por la planicie, de repente, tras una curvita, aparece ante nosotros, enorme y vacía, la garganta del Wadi Mujib, un valle árido y angosto, que la carretera atraviesa a lo largo de múltiples zig-zag de bajada y subida, con rampas, nuevamente, de quitarse el sombrero.



Del agua del embalse de esta última foto beben los hotelazos del mar Muerto.

En la ladera sur, casi en la cima, en una jaima, nos encontramos a Sami, un jordano expiloto de la Real Fuerza Aérea de Jordania, que nos invita a tomar un té o un café con él y su hijo en sus sofás. Habla que te habla, pregunta que te pregunta. “¿De dónde sois? ¿Por qué habéis venido a Jordania? ¿Qué os parece? ¿Hasta cuándo os quedáis? ¿Cuál es vuestro plan de viaje? ¿Dónde está el resto de vuestra familia? ¿Por qué no ha venido? …” El café riquísimo, honor a la fama del café árabe, de puchero, aunque podría haberlo tomado con tenedor; y el té, según mi padre, delicioso también. Nos regala, a cambio de nuestra voluntad –que él nunca pidió, todo hay que decirlo-, unas manzanas para nosotros, y unos collares para madre y hermana.

Seguimos! Tras varios pueblecitos atestados de coches y gentes vendiendo de todo, en los que compramos melocotones, llegamos a Karak, que nos da la bienvenida con una buena vista del imponente castillo.

Ah, antes de llegar a Karak, hemos sufrido un curioso adelantamiento: como se ve en la foto previa, las carreteras no tienen ni marcas viales ni nada por el estilo, y se ensanchan y estrechan a su libre albedrío. Pues bien, a un coche que circulaba en sentido contrario al nuestro, un coche más veloz (y cafre) que él lo ha adelantado POR NUESTRO ARCÉN, dejándonos a nosotros en medio de dos coches que circulaban en nuestra contra! Digno de ver! Lástima no tener la cámara preparada...

Karak, como el resto de poblaciones hasta ahora, está atestado de tráfico inquieto e impaciente. Tras recorrer sus callejuelas, llegamos a la cima de la colina y nos dirigimos hacia el castillo.

(Seguimos en el siguiente post).

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